Hernán Cortés no vaciló en utilizar a fondo el mito del retorno de Quetzalcoatl y bajo su amparo -vistos todos sus soldados como teúles o dioses- ingresó pacíficamente a Méjico, disfrutando por meses de privilegios divinos; él y sus hombres. Francisco Pizarro hizo lo propio en el Imperio de los Incas, bajo la aureola de Viracocha y como hijos del dios fueron vistos inicialmente sus soldados. En general la táctica de la utilización de los dioses (la "alianza" con ellos) fue norma común de los conquistadores. La abrió el propio Cristóba1 Colón entre los taínos isleños invadidos en 1492: "están persuadidos de que venimos del cielo”, escribió con inocultable satisfacción.
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